La libertad de expresión es la exteriorización de la libertad de pensamiento. No se refiere simplemente a que un hombre verbalice lo que piensa, sino a que le corresponde, además, el derecho de hacerlo público y transmitirlo a través de distintas formas de comunicación oral y escrita.
La implantación de los sistemas republicanos trajo como consecuencia dos libertades que deben ser tomadas en cuenta que son:
- La de información.
- La de opinión.
En una sociedad democrática la información debe ser, en la medida de lo posible, total, objetiva y educativa. Debe proporcionar a la población los elementos para formar su propia opinión. Por ello es indispensable que en los medios de comunicación no se oculte información y se expresen opiniones diversas con entera libertad.
En el sistema democrático el pueblo exterioriza su opinión y su voluntad en los comicios. Pero además, cotidianamente, asuntos diversos afectan e interesan a una cantidad cada vez mayor de población. En su experiencia diaria, en los grupos en los que interactúa, cada individuo comenta,
intercambia opiniones relacionadas con su vida, sus necesidades, sus intereses… Afronta problemas que afectan de similar manera a otros; se intercambian ideas y opiniones acerca de lo que acontece. El individuo al
expresar en sus juicios una interpretación de lo que esta sucediendo, tiene una considerable probabilidad de encontrar un ambiente de aprobación. De esta manera va surgiendo la opinión pública.
Todos los hombres se encuentran en condiciones de comprender los problemas principales de la vida social. Algunas personas sostienen que los problemas son tan complicados que solamente pueden opinar los
especialistas; en realidad, ese criterio encubre el deseo de negarle al pueblo su capacidad de decidir.
Si bien pueden existir detalles técnicos en algún aspecto de las medidas económicas o de la acción política general, la ciudadanía está en condiciones de comprender y expresar sus opiniones. A ello deben contribuir fuentes de información objetiva y artículos de opinión bien definidos.
Por otra parte, aquellos miembros de la sociedad que ejerzan sus derechos de opinión, deben tener la responsabilidad de adquirir la información necesaria para fundamentar sus opiniones.
En los sistemas de gobiernos antidemocráticos se proporciona una información parcial, selectiva y deformada. Se eligen las noticias que se dan a conocer; otras, que desfavorecen al gobierno, se ocultan o se “disfrazan”.
Tal manejo de la información produce en la población una idea distorsionada de lo que sucede.
Los gobiernos antidemocráticos monopolizan los medios de información, y en el caso de existir medios privados, son manejados con la amenaza y el soborno, es decir “compran” su opinión. Los sistemas autoritarios utilizan distintos métodos para evitar la libertad de expresión: la censura, que consiste en que funcionarios del gobierno revisen el material antes de que sean publicado; la prohibición de publicar determinadas noticias; el impedir que los reporteros lleguen al lugar de los hechos cuando evidencian realidades que el gobierno quiere ocultar, y la
persecución a los periodistas que cumplen su tarea de informar y opinar. A ello se suman las trabas para editar libros, periódicos o revistas mediante clausuras, o impidiendo la instalación de imprentas, o limitando la entrega de papel a los medios de prensa que manifiestan una actitud crítica, similares medidas son aplicadas en los otros medios de comunicación.
Cuando los medios de comunicación intentar subsistir en este sistema, surge la autocensura en las personas que informan y opinan a través de estos medios. La autocensura es una limitación de la manifestación del propio pensamiento, por temor a las consecuencias. Es necesario aclarar que algunos sistemas marcadamente antidemocráticos llegan inclusive a violar la libertad de pensamiento. Utilizan técnicas (torturas, uso de drogas…) que les permite penetrar en la mente de algunos hombre para investigar, condicionar y deformar su pensamiento.
Algunos gobiernos no democráticos utilizan una forma disimulada de limitar la libertad de expresión, que consiste en disminuir la capacidad de juicio crítico de la población. Existe una diferencia entre los sistemas que utilizan el terror y la amenaza para limitar la expresión del pensamiento, y los que usan la propaganda, a través de repetidos mensajes que dificultan el análisis y la comprensión. Como resultado de esta última técnica, las actitudes críticas de las personas van desapareciendo lentamente, sin que éstas se den cuenta. El lector o el oyente no analiza, acepta lo que se le proporciona y adopta como suya la interpretación de otros. En los sistemas marcadamente antidemocráticos unos pocos se niegan a aceptar la situación y se convierten
generalmente en héroes o mártires; en los sistemas en que existe una forma disimulada de limitar la libertad de expresión, es posible disentir, pero muchas veces estas opiniones diferentes pasan inadvertidas, debido al
conformismo de la población.
Esta homogeneidad es muy diferente al verdadero consenso que debe existir en una sociedad auténticamente
democrática, en la que cada miembro piensa y decide por sí mismo.
La libertad de opinión no solo es necesaria para una sociedad democrática con derechos y garantías, sino que es indispensable, es todo aquello lo que un pueblo piensa, reclama, desea.
De mas esta decir, que una sociedad en donde se le cercenen sus derechos y libertades de opinión, está inmersa en un laberinto sin salida, donde las tensiones son cada vez más fuerte entre las diversas clases sociales.